jueves, 28 de enero de 2016

Como escribir un ensayo

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RADIO COLIFATA: EL ARTE DE ESCUCHAR LA LOCURA

“No hay loco de quien algo no pueda aprender el cuerdo”
(Pedro Calderón de La Barca)

“De poetas y de locos, todos tenemos un poco” reza un popular dicho, y es que en Radio Colifata, emisora instalada desde 1991 en el hospital psiquiátrico “José Tiburcio Borda” de Buenos Aires, Argentina; los internos, hechos los locos, exhiben al mundo su visión, su manera de apreciar  las cosas desde un catalejo tan complejo como lo puede ser la esquizofrenia. Esta alternativa tan maravillosa de promover la resiliencia en pacientes psiquiátricos inició con el Doctor Alfredo Olivera, para entonces estudiante de psiquiatría, quien fundó la mencionada emisora  que hoy día es modelo a seguir en distintos países del mundo.

Entendiendo que la relación entre la locura y la creación no es algo precisamente nuevo (bastante que la estudió Foucault, al menos específicamente en vinculación con la poesía) y arropándonos en Baudelaire, quien dijera que los sueños del loco son más bellos que los del sabio, podremos comprender que Radio Colifata no pretendió inventar el agua tibia al permitir a los internos de un psiquiátrico dar a conocer la voz que yacía oculta ante la vista gorda de los cánones sociales de una humanidad inhumana. Radio Colifata rompe los paradigmas es cuando permite que sean los “locos” (término que empleo con mucho cariño arropándome precisamente en que se le suele llamar “Colifato” a los esquizofrénicos carismáticos que con sus conductas terminan por ganarse el corazón de quienes los conocen) los que conduzcan personalmente un espacio radial que hoy día posee proyección internacional.

Radio Colifata se ha popularizado increíblemente, al punto de que incluso una marca transnacional como Coca Cola decidió filmar un comercial allí, o el propio Manú Chau, luego de innumerables insistencias, aceptó visitar el sitio e incluirlos en una de sus producciones (no lamento decepcionar a los fans del mencionado artista, indaguen un poquito y verán que el tipo es diva y media) pero personalmente creo que lo realmente valioso fue que  el grupo español “El Canto del Loco”  realizara una producción musical como lo fue “Radio La Colifata Presenta: El Canto del Loco” con la participación de internos del recinto, álbum grabado en 2009; o que el consagrado director de cine, Francis Ford Coppolla, filmara allí algunas escenas de la película “Tetro” protagonizada por un Vincent Gallo (Sí hípsters, pueden “auto complacerse” mientras leen esto) que interpreta a -¿Sí mismo?- un sujeto trastornado por diversos traumas personales que lo llevan a tener una breve estadía en el psiquiátrico desde donde se proyecta La Colifata.

Dentro de las más interesantes costumbres de La Colifata se destacan las lecturas, por parte de los internos, de textos literarios tanto de autores consagrados, como de poemas compuestos por ellos mismos, lo cual desde luego me parece un escenario sublime que me invita a fantasear con un onírico programa radial venezolano emulando la iniciativa de La Colifata en un limbo literario/radial con Ramos Sucre y Hanni Ossott como invitados de lujo.


Luis Ramones - @LuisEclectico

Bukowski: un poeta muy punk

"El punk se supone que es algo feo, y yo soy re-feo
 Así que yo debo ser re-punk"
(Ricky Espinosa – Flema)

Revisaba mi cuenta en twitter, surfeaba entre desahogos de adolescentes frustrados, algunas declaraciones altisonantes y los ineludibles despotriques disfrazados de manifiesto, cuando me topé con varios comentarios del pana @CorneRamone acerca del Punk como subgénero de eso que llamamos Rock. Este mismo pana alguna vez consideró que mi poesía sonaba a Bukowski por mencionar en alguna ocasión a un archiconocido lugar en Punto Fijo, llamado El Saco (lugar que merecería un apartado particular pero seguramente de dedicarme a hacerlo no me publicarían este texto) por hablar de lo que me gustaba sin importarme si era políticamente correcto y por atreverme a tocar temas eróticos de maneras tal vez realistas. La verdad es que no hace falta admitir mi fascinación por la obra y vida de Charles Bukowski, a quien le he seguido muy al pie de la letra sus consejos acerca de Cómo Ser Un Buen Escritor. Quien considere que estoy demasiado influenciado por él, no está descubriendo el agua tibia, y como diría la profe y amiga Maylén Sosa: “es normal que se nos vean las costuras”. Seguramente esa es la causa por la que Gilmer me pide que escriba este texto, de seguro es obvio que tengo algo/mucho que decir sobre Bukowski, y como así lo he interpretado, he decidido hacerlo de esta, la manera más justa en la que se puede escribir sobre este poeta, desnudo de formalidades, con tan solo algo de apego a esa libertad de escribir de la manera más honesta posible.

Cuando la poesía suena, es porque rock trae

El término “punk” es una palabra que en Estados Unidos se utiliza para ofender, pero en la música es un subgénero del rock, una manera de ser, un estilo de vida. Si digo que Bukowski es un poeta muy punk, es por algo que va más allá del estilo, y vaya que el estilo es algo que él mismo consideraba imprescindible: “es preferible hacer algo aburrido  con estilo que algo peligroso sin él. Hacer algo peligroso con estilo es lo que yo llamo arte”. Ahora, es  bien sabido que la estética en la obra de Bukowski puede parecer tosca, bruta, ruda (entre sabrá quién cuántos adjetivos des-calificativos más) pero sin duda es ese realismo sucio el que la caracteriza, y en lo que muchos podrían coincidir que posee su poesía algo de actitud punk. Sin embargo de lo que deseo hablarles es de cómo las larvas de Bukowski han calado en la música, especialmente en bandas que practican este género, tal como es el caso de la canción “Green Corn” de la banda norteamericana NOFX, el disco “Barfly” de la agrupación de Ska-Punk Buck-o-Nine, y desde luego, el tema “Mosca de Bar” de los argentinos 2 Minutos, tema en el que además se debe destacar que le dan un toque nacionalista al asunto en el hecho de insinuar que Bukowski posee su versión argentina en Enrique Symns. No es fortuito que Bukowski sea un referente para bandas de punk, el recurrente universo de las borracheras, las peleas de bares, los encuentros sexuales casuales, el hastío, el consumo de sustancias prohibidas y demás temáticas tan realistas como tabú, presentes en sus escritos, hacen que el punk vea en Bukowski a un aliado e incluso tal vez a un mentor, así que para mí, Bukowski es un poeta bastante punk.

Bukowski a cuadros

Continuando con el necio intento de desmenuzar a Bukowski, y ya que se toca el tema de la trascendencia de su obra en otros géneros artísticos, me parece acertado dedicar un par de líneas a su influencia en el cine. Sin duda es larga la lista de películas basadas en su obra y desde luego su biografía, pero por Malicia que existe en el mundo, llegaron a mí: Barfly (protagonizada por Mickey Rourke) y Factótum (protagonizada por Matt Dillon) ambos filmes con tintes autobiográficos en los que el propio puño del escritor se vio involucrado en la elaboración del guion. Obviamente son producciones que no poseen desperdicio alguno, contando Barfly con el dato curioso (aportado por mi pana Alejandro García, reconocido crítico regional de cine) de que el propio protagonista compartió tragos con el escritor para comprenderlo y poder interpretar de la manera más óptima su papel, y que en una de esas tertulias etílicas Bukowski le aseveró a Rourke que si bien  poesía problemas con el alcohol, no eran tan graves como los de este último

Bukowski fue un escritor que no vaciló en expresarse de la manera más honesta, a sabiendas de que por ello podía no agradar, porque no estaba interesado en retratar una realidad “bonita” que le era completamente ajena, y es que sencillamente Bukowski no te-mió porque no quiso. ¿o tal vez sí lo hizo?


L. D. Ramones

Descubriendo a Galeano

Yo no sé si sea un 'carasucia' más que escribe estas líneas
para recordar a aquel hombre con una huella de tinta sobre el césped
 y una de hierro sobre el papel.
(Ángel D. P. Ocando)

Sé que muchos esperan leer algo como que Galeano fue, es y será lo máximo, no tanto por el preciado y real talento de su pluma sino por aquel clásico epitafio que reza: “tan bueno que era”, típico de nuestra idiosincrasia venezolana. Por otro lado también sé que muchos farandis, especialmente mis panas simpatizantes de ideología izquierdista –que de Galeano conocen lo mismo que yo de astronomía- pretenderán leer unas 386 alabanzas hacia el laureado escritor de “Las Venas Abiertas de América Latina”, solo porque el hombre en cuestión aparentemente simpatizaba con la mencionada visión política. Es cierto que el hombre fue un genio, y me permito conjugar en presente y decir que aún lo es porque ahora es que hay rato para arroparnos en su legado, y que su punzante e inciso estilo de opinar a través de las letras le sitúa entre los grandes. Pero no es precisamente sobre esos tópicos que voy a dejar correr algunas palabras sobre quien fuera un verdadero apasionado por el fútbol. Los intelectuales ortodoxos (esos que de seguro padecieron Bullying en calidad de exportación durante su infancia cuando de alguna actividad deportiva se trataba, y por lo cual seguramente despotrican contra cualquier disciplina del deporte) tal vez se depriman no solo por el hecho de que su dios Galeano fuese amante de los deportes, sino que creo que serían capaces hasta de practicarse un sepukku si leen la máxima de Alejo Carpentier, que da nombre a su ensayo: “El Deporte Es Cultura”. En esta joya ensayística, el cubano autor de “El Siglo de Las Luces” y “El Reino de Este Mundo”, expone con detenimiento el fenómeno –absurdo tanto para él como para mí- de que se reniegue del deporte como cultura, y más indignantemente aún para quienes así piensan, postula a las hazañas deportivas como materia prima para la inspiración literaria.

Eduardo Galeano siempre se autoproclamó como un simple “mendigo del buen futbol”, palabras más, palabras menos. Una prueba inequívoca de ello es el prólogo a la impresionante selección de textos literarios que aparecen en el compendio de relatos latinoamericanos sobre Futbol, “Las Reglas del Juego”, donde dentro de los autores más destacados está Roberto Bolaños (otro duro golpe para todos aquellos a los que dedico este artículo) entre otros. Pero, a mi juicio, el texto que lo sentencia como el que mejor supo plasmar la relación entre la literatura y el deporte y esa cosa que llaman vida, al menos en Latinoamérica, fue “El Futbol A Sol Y Sombra”. Y es que Galeano fue un crack cuando de regalar letras al deporte se trató, y las mencionadas quimeras literarias así lo confirman.

El carácter apasionado, la fiereza al momento de sembrar tinta en el papel para bañar de brillantes aserciones nuestro universo ensayístico, hacen de Galeano un tipo del que debemos sentirnos sumamente orgullosos, especialmente nosotros, los de la parte baja del patio, los del sur. Galeano es alguien que debemos, más que recordar, leer. Pero no digo esto a apropósito de su muerte ni mucho menos su visión política, sino por la riqueza de su calidad literaria, es decir, porque definitivamente es un gustazo leerle y porque sus incisos literarios de verdad que calan en la conciencia de todo lector que aprecie el buen tacto derivado de las letras y la opinión, de ese matrimonio estético que tan paradójico resulta en ocasiones.

Mi invitación personal es a leerlo, a apreciar sus textos, a degustar su exquisitez literaria. Permitirnos entrar al espectro de la obra de Eduardo Galeano es un viaje sublime, sin más. Desnudémonos de todo tabú, pero no para acobijarnos en la hipocresía, apreciemos a Galeano por lo que escribió, por lo que dijo en metáforas, por esos pedazos de lumbreras que expresan una visión cosmopolita y emancipadora. Solo así, desprovistos de toda naturaleza inquisidora y/o idiotizante, es que podremos saber quién es realmente Eduardo Galeano.

Luis Daniel Ramones

Ldrc87@gmail.com