La Naranja Mecánica
1984
Taller Literario III
lunes, 30 de mayo de 2016
jueves, 28 de enero de 2016
RADIO COLIFATA: EL ARTE DE ESCUCHAR LA LOCURA
“No hay loco de quien algo no pueda
aprender el cuerdo”
(Pedro
Calderón de La Barca)
“De poetas y de
locos, todos tenemos un poco” reza un popular dicho, y es que en Radio Colifata,
emisora instalada desde 1991 en el hospital psiquiátrico “José Tiburcio Borda”
de Buenos Aires, Argentina; los internos, hechos
los locos, exhiben al mundo su visión, su manera de apreciar las cosas desde un catalejo tan complejo como
lo puede ser la esquizofrenia. Esta alternativa tan maravillosa de promover la
resiliencia en pacientes psiquiátricos inició con el Doctor Alfredo Olivera,
para entonces estudiante de psiquiatría, quien fundó la mencionada emisora que hoy día es modelo a seguir en distintos
países del mundo.
Entendiendo que
la relación entre la locura y la creación no es algo precisamente nuevo
(bastante que la estudió Foucault, al menos específicamente en vinculación con la
poesía) y arropándonos en Baudelaire, quien dijera que los sueños del loco son
más bellos que los del sabio, podremos comprender que Radio Colifata no
pretendió inventar el agua tibia al permitir a los internos de un psiquiátrico
dar a conocer la voz que yacía oculta ante la vista gorda de los cánones
sociales de una humanidad inhumana. Radio Colifata rompe los paradigmas es
cuando permite que sean los “locos” (término que empleo con mucho cariño
arropándome precisamente en que se le suele llamar “Colifato” a los
esquizofrénicos carismáticos que con sus conductas terminan por ganarse el
corazón de quienes los conocen) los que conduzcan personalmente un espacio
radial que hoy día posee proyección internacional.
Radio Colifata
se ha popularizado increíblemente, al punto de que incluso una marca
transnacional como Coca Cola decidió filmar un comercial allí, o el propio Manú
Chau, luego de innumerables insistencias, aceptó visitar el sitio e incluirlos
en una de sus producciones (no lamento decepcionar a los fans del mencionado
artista, indaguen un poquito y verán que el tipo es diva y media) pero personalmente
creo que lo realmente valioso fue que el
grupo español “El Canto del Loco” realizara una producción musical como lo fue
“Radio La Colifata Presenta: El Canto del Loco” con la participación de
internos del recinto, álbum grabado en 2009; o que el consagrado director de
cine, Francis Ford Coppolla, filmara allí algunas escenas de la película “Tetro”
protagonizada por un Vincent Gallo (Sí hípsters, pueden “auto complacerse” mientras leen esto) que interpreta a -¿Sí mismo?-
un sujeto trastornado por diversos traumas personales que lo llevan a tener una
breve estadía en el psiquiátrico desde donde se proyecta La Colifata.
Dentro de las
más interesantes costumbres de La Colifata se destacan las lecturas, por parte
de los internos, de textos literarios tanto de autores consagrados, como de
poemas compuestos por ellos mismos, lo cual desde luego me parece un escenario
sublime que me invita a fantasear con un onírico programa radial venezolano
emulando la iniciativa de La Colifata en un limbo literario/radial con Ramos
Sucre y Hanni Ossott como invitados de lujo.
Luis Ramones - @LuisEclectico
Bukowski: un poeta muy punk
"El
punk se supone que es algo feo, y yo soy re-feo
Así que yo debo ser re-punk"
(Ricky
Espinosa – Flema)
Revisaba mi
cuenta en twitter, surfeaba entre desahogos de adolescentes frustrados, algunas
declaraciones altisonantes y los ineludibles despotriques disfrazados de
manifiesto, cuando me topé con varios comentarios del pana @CorneRamone acerca
del Punk como subgénero de eso que llamamos Rock. Este mismo pana alguna vez
consideró que mi poesía sonaba a Bukowski por mencionar en alguna ocasión a un
archiconocido lugar en Punto Fijo, llamado El Saco (lugar que merecería un
apartado particular pero seguramente de dedicarme a hacerlo no me publicarían
este texto) por hablar de lo que me gustaba sin importarme si era políticamente
correcto y por atreverme a tocar temas eróticos de maneras tal vez realistas.
La verdad es que no hace falta admitir mi fascinación por la obra y vida de
Charles Bukowski, a quien le he seguido muy al pie de la letra sus consejos
acerca de Cómo Ser Un Buen Escritor. Quien
considere que estoy demasiado influenciado por él, no está descubriendo el agua
tibia, y como diría la profe y amiga Maylén Sosa: “es normal que se nos vean
las costuras”. Seguramente esa es la causa por la que Gilmer me pide que escriba
este texto, de seguro es obvio que tengo algo/mucho que decir sobre Bukowski, y
como así lo he interpretado, he decidido hacerlo de esta, la manera más justa
en la que se puede escribir sobre este poeta, desnudo de formalidades, con tan
solo algo de apego a esa libertad de escribir de la manera más honesta posible.
Cuando la poesía suena, es porque
rock trae
El término
“punk” es una palabra que en Estados Unidos se utiliza para ofender, pero en la
música es un subgénero del rock, una manera de ser, un estilo de vida. Si digo
que Bukowski es un poeta muy punk, es por algo que va más allá del estilo, y
vaya que el estilo es algo que él mismo consideraba imprescindible: “es
preferible hacer algo aburrido con
estilo que algo peligroso sin él. Hacer algo peligroso con estilo es lo que yo
llamo arte”. Ahora, es bien sabido que
la estética en la obra de Bukowski puede parecer tosca, bruta, ruda (entre
sabrá quién cuántos adjetivos des-calificativos más) pero sin duda es ese
realismo sucio el que la caracteriza, y en lo que muchos podrían coincidir que
posee su poesía algo de actitud punk. Sin embargo de lo que deseo hablarles es
de cómo las larvas de Bukowski han calado en la música, especialmente en bandas
que practican este género, tal como es el caso de la canción “Green Corn” de la
banda norteamericana NOFX, el disco “Barfly” de la agrupación de Ska-Punk
Buck-o-Nine, y desde luego, el tema “Mosca de Bar” de los argentinos 2 Minutos,
tema en el que además se debe destacar que le dan un toque nacionalista al asunto
en el hecho de insinuar que Bukowski posee su versión argentina en Enrique
Symns. No es fortuito que Bukowski sea un referente para bandas de punk, el
recurrente universo de las borracheras, las peleas de bares, los encuentros
sexuales casuales, el hastío, el consumo de sustancias prohibidas y demás
temáticas tan realistas como tabú, presentes en sus escritos, hacen que el punk
vea en Bukowski a un aliado e incluso tal vez a un mentor, así que para mí,
Bukowski es un poeta bastante punk.
Bukowski a cuadros
Continuando con el necio intento de
desmenuzar a Bukowski, y ya que se toca el tema de la trascendencia de su obra
en otros géneros artísticos, me parece acertado dedicar un par de líneas a su
influencia en el cine. Sin duda es larga la lista de películas basadas en su
obra y desde luego su biografía, pero por Malicia que existe en el mundo,
llegaron a mí: Barfly (protagonizada por Mickey Rourke) y Factótum
(protagonizada por Matt Dillon) ambos filmes con tintes autobiográficos en los
que el propio puño del escritor se vio involucrado en la elaboración del guion.
Obviamente son producciones que no poseen desperdicio alguno, contando Barfly
con el dato curioso (aportado por mi pana Alejandro García, reconocido crítico
regional de cine) de que el propio protagonista compartió tragos con el
escritor para comprenderlo y poder interpretar de la manera más óptima su
papel, y que en una de esas tertulias etílicas Bukowski le aseveró a Rourke que
si bien poesía problemas con el alcohol,
no eran tan graves como los de este último
Bukowski fue un escritor que no
vaciló en expresarse de la manera más honesta, a sabiendas de que por ello
podía no agradar, porque no estaba interesado en retratar una realidad “bonita”
que le era completamente ajena, y es que sencillamente Bukowski no te-mió
porque no quiso. ¿o tal vez sí lo hizo?
L. D. Ramones
Descubriendo a Galeano
Yo no sé si sea un 'carasucia' más que
escribe estas líneas
para recordar a aquel hombre con una
huella de tinta sobre el césped
y una de hierro sobre el papel.
(Ángel
D. P. Ocando)
Sé que muchos
esperan leer algo como que Galeano fue, es y será lo máximo, no tanto por el
preciado y real talento de su pluma sino por aquel clásico epitafio que reza:
“tan bueno que era”, típico de nuestra idiosincrasia venezolana. Por otro lado
también sé que muchos farandis,
especialmente mis panas simpatizantes de ideología izquierdista –que de Galeano
conocen lo mismo que yo de astronomía- pretenderán leer unas 386 alabanzas
hacia el laureado escritor de “Las Venas Abiertas de América Latina”, solo
porque el hombre en cuestión aparentemente simpatizaba con la mencionada visión
política. Es cierto que el hombre fue un genio, y me permito conjugar en
presente y decir que aún lo es porque ahora es que hay rato para arroparnos en
su legado, y que su punzante e inciso estilo de opinar a través de las letras
le sitúa entre los grandes. Pero no es precisamente sobre esos tópicos que voy
a dejar correr algunas palabras sobre quien fuera un verdadero apasionado por
el fútbol. Los intelectuales ortodoxos (esos que de seguro padecieron Bullying en calidad de exportación durante
su infancia cuando de alguna actividad deportiva se trataba, y por lo cual
seguramente despotrican contra cualquier disciplina del deporte) tal vez se
depriman no solo por el hecho de que su dios Galeano fuese amante de los
deportes, sino que creo que serían capaces hasta de practicarse un sepukku si leen la máxima de Alejo
Carpentier, que da nombre a su ensayo: “El Deporte Es Cultura”. En esta joya ensayística, el cubano
autor de “El Siglo de Las Luces” y “El Reino de Este Mundo”, expone con
detenimiento el fenómeno –absurdo tanto para él como para mí- de que se
reniegue del deporte como cultura, y más indignantemente aún para quienes así
piensan, postula a las hazañas deportivas como materia prima para la inspiración
literaria.
Eduardo Galeano
siempre se autoproclamó como un simple “mendigo del buen futbol”, palabras más,
palabras menos. Una prueba inequívoca de ello es el prólogo a la impresionante
selección de textos literarios que aparecen en el compendio de relatos
latinoamericanos sobre Futbol, “Las Reglas del Juego”, donde dentro de los
autores más destacados está Roberto Bolaños (otro duro golpe para todos
aquellos a los que dedico este artículo) entre otros. Pero, a mi juicio, el
texto que lo sentencia como el que mejor supo plasmar la relación entre la
literatura y el deporte y esa cosa que llaman vida, al menos en Latinoamérica,
fue “El Futbol A Sol Y Sombra”. Y es que Galeano fue un crack cuando de regalar letras al deporte se trató, y las
mencionadas quimeras literarias así lo confirman.
El carácter
apasionado, la fiereza al momento de sembrar tinta en el papel para bañar de
brillantes aserciones nuestro universo ensayístico, hacen de Galeano un tipo
del que debemos sentirnos sumamente orgullosos, especialmente nosotros, los de
la parte baja del patio, los del sur. Galeano es alguien que debemos, más que
recordar, leer. Pero no digo esto a apropósito de su muerte ni mucho menos su
visión política, sino por la riqueza de su calidad literaria, es decir, porque
definitivamente es un gustazo leerle y porque sus incisos literarios de verdad
que calan en la conciencia de todo lector que aprecie el buen tacto derivado de
las letras y la opinión, de ese matrimonio estético que tan paradójico resulta
en ocasiones.
Mi invitación
personal es a leerlo, a apreciar sus textos, a degustar su exquisitez
literaria. Permitirnos entrar al espectro de la obra de Eduardo Galeano es un
viaje sublime, sin más. Desnudémonos de todo tabú, pero no para acobijarnos en
la hipocresía, apreciemos a Galeano por lo que escribió, por lo que dijo en
metáforas, por esos pedazos de lumbreras que expresan una visión cosmopolita y
emancipadora. Solo así, desprovistos de toda naturaleza inquisidora y/o
idiotizante, es que podremos saber quién es realmente Eduardo Galeano.
Luis
Daniel Ramones
Ldrc87@gmail.com
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